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domingo, 5 de octubre de 2014

Un líder mucho más que sólido

Solo la perfección sirve para frenar a los titanes de este deporte. El Rayo Vallecano la rozó durante algo más de media hora, pero eso nunca es suficiente. Paco Jémez había planteado un encuentro valiente y enormemente arriesgado. La presión franjirroja comenzó siendo asfixiante, llegando casi hasta el área de Claudio Bravo e incomodando enormemente la salida del balón azulgrana. 

El Rayo llegaba incluso con peligro y a punto estuvo de ponerse por delante en el minuto 8, cuando Claudio Bravo salvaba a los suyos de recibir el primer gol de la temporada por factura de Alberto Bueno, que remataba con muchísimo peligro desde la media luna. Los atacantes culés caían una y otra vez (hasta seis durante el primer acto) en el fuera de juego que tiraba a la perfección casi en campo contrario la defensa rayista. Pero solo era cuestión de tiempo y de paciencia. La presión del Rayo no podía seguir sin cometer errores eternamente y su línea adelantada no iba a permanecer inmaculada durante noventa minutos. 

El tanto llegó finalmente en el minuto 35. Gerard Piqué se desembarazaba de un balón complicado por la presión rayista con un balón en largo que superaba a una defensa rayista que no lo esperaba. Quien sí lo hacía era el de siempre, Leo Messi, que recibía en velocidad y se marchaba hacia el área de Toño controlando con la cabeza antes de inventarse una vaselina con el interior muestra de una frialdad propia de un francotirador. Con el ánimo local por los suelos por el gol encajado después de haberlo hecho casi todo bien, Neymar aprovechaba solo un minuto después la guardia baja del Rayo para recibir un balón de Munir, internarse en el área y cruzar un balón raso con aroma a sentencia. 

Tras la reanudación, Paco Jémez quiso jugar a la desesperada. Retiró a Licá y Abdoulaye para dar entrada a dos hombres de corte netamente ofensivo: Manucho y Aquino. De poco serviría. Con el 0-2 en el marcador, el Barça jugaba ya a placer, moviendo el balón donde quería sin que la presión que los locales habían puesto sobre el tapete hasta los goles volviera ya a ser la misma. Este dominio del encuentro, con un Rayo enfrente que no volvió a creer en sus opciones, no se tradujo en un resultado de escándalo solo por la incapacidad de los hombres de ataque visitantes de volver a vacunar la meta de Toño. Messi remataría hasta en ocho ocasiones y, con el resto de los barcelonistas llegaron a un total de 18, pero la imprecisión era notoria y sus llegadas acababan una y otra vez en la lona que cubre uno de los fondos del Estadio de Vallecas. 

El Rayo, por su parte, llegó al final del partido con nueve, tras las dobles amonestaciones de Morcillo y Aquino, pero poco importó. El Barça ya había dado todo lo que tenía en el primer acto y se había puesto a hibernar después de la reanudación mientras que el Rayo, que lo intentó cuando la defensa visitante se relajó y le dejó hacer, no disfrutó de un mayor acierto y permitió que Claudio Bravo llegase al vestuario sin inquietarse. Una vez más, el riesgo asumido por un conjunto humilde ante un equipo de nivel muy superior no recibió más recompensa que la derrota. Los planteamientos ofensivos requieren la perfección atrás en estos casos y el más mínimo fallo se paga con los tres puntos.

Ángel García - Consuegra Guijarro

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